Se supone que las fianzas impuestas por los jueces para que los chorizacos de chaqueta y política salgan de la trena las pagan con el dinero que han mangado y que casi nunca aparece ni es devuelto. Así cualquiera. Mucha culpa y mucha indignación pública, pero la guita se queda donde está: en la talega algarrobera de la Sierra Morena de los bancos extranjeros o sepa dios en qué Sierra Morena. Al que roba tres morcones no les exigen dos si quieren esperar el juicio en su casa. Está visto que, ante la Justicia, el ricacho, aunque haya llegado a esa posición a punta de cohecho, malversación y blanqueo, siempre será un privilegiado. Esto demuestra una y diecisiete millones de veces más que los españoles somos tan iguales ante la ley como mi asombroso parecido con Elsa Pataky. Las fianzas para que los chorizacos vean a sus niños y duerman con sus esposas deberían consistir en abyectos e ininterrumpidos trabajos forzados hasta la celebración de la vista, como limpiar macarrones por dentro (sin soplar, por favor), desabollar los casilleros en los que van las aspirinas, darle conversación a un chapista o pedir almanaques en las tiendas, labores que para un chorizaco de esos siempre va a suponer un infierno y un deshonor. Pero, ¿pagar? Eso no es nada.
11.12.08
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2 comentarios:
La correcta grafía del apellido de Elsa es Pataky.
Los "casilleros" de las aspirinas tienen un nombre: blíster.
Sigo su columna en internet casi a diario. Buena labor.
Saludos.
Hombre, pues muchas gracias, tanto por la corrección como por la información. Blíster, qué cosas.
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