Veinticinco

Da vergüenza y asco, un asco vergonzoso, una asquerosa vergüenza, el meneo que nos traemos con un hombre que no debería estar meneándose tanto, que debería estar meneándose nada, que debería permanecer en la cárcel para el resto de sus días, que ha asesinado a veinticinco personas, pero que está en la calle, en Irlanda, en España, fugado, legal, libre, con veinticinco muertes a las espaldas y libre, curado del hambre con la que chantajeó a la Justicia, y libre, un asesino que en el nombre de Euskadi libre y todas esas gaitas brinda con chacolí y con alegría por los rostros desencajados de las familias de sus víctimas, De Juana, José Ignacio de Juana Chaos. Ahora el juez irlandés no sabe si el enaltecimiento del terrorismo es delito suficiente para extraditarlo a España, pero eso es lo de menos, lo lamentable, lo desesperante, lo desollador es que ese tío esté en Irlanda en vez de en la trena de la que no se escapó, sino de la que lo libraron pese a sus veinticinco sangres mortales derramadas, a ver si no es para chillar de impotencia, a ver si no es para escupir desprecios a las caras de la Justicia española, a ver si no es para ponerse a mirar las condenas desmedidas que siguen cumpliendo ciertos pobreticos por robar dos jamones y un salchichón.