22.10.08

Viandantes

La característica pachorra al caminar del ciudadano jaenita se convierte en desesperante flema ahora que las aceras del Gran Eje y La Carrera, por ejemplo, se estrechan por las vallas metálicas de las obras. El viandante jaenita es cansino por naturaleza en su desplazamiento urbano; el viandante jaenita no anda ni camina casi nunca, sino que pasea, casi siempre pasea, aunque tenga prisa (no es la primera vez que le dedico una “Lagártica” a este asunto sociolocomotor), aunque lo persiga un perraco rabioso; pero cuando el viandante jaenita se para, cuando se detiene el viandante jaenita, al viandante jaenita, a veces, dan ganas de increparlo con saña y un dedo tieso, sobre todo cuando se hace acompañar de más viandantes jaenitas y se ponen a cascar en corro justo en mitad de un pasadizo ya de por sí intransitable, y oye, tan tranquilos, como si no estuvieran taponando todo un tránsito peatonal, como si estuvieran de casquera en los mismos medios de la plaza de toros. Sobre todo las señoras bolsudas y los hombres culonchos, quienes además te ponen cara de “qué mala educación” cuando uno les pasa por mitad de la tertulia farfullando “¡hace falta tener un cuajo como un melón, la hostia!”. He ahí el viandante jaenita en todo su esplendor cachazudo. He ahí Jaén.

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