La otra tarde en el autobús me dijo Carlos el del bar “La barra” que lleva días acordándose de las columnas que este soberbio columnero le ha dedicado al torno que aún conservan en su entrada los autobuses urbanos jaenonchos. Como todo Jaén sabe, a Carlos el de “La Barra” lo atropelló este verano un coche y ahora se está recuperando con ayuda de sus muleticas. Pues bien, intenta pasar tú con muleticas y las piernas flojas a través de ese torno cascajo, prehistórico, porculero, vergonzoso, rancio, incomodísimo, problemático, zurullón y mantenido ahí por la desconfianza de la empresa concesionaria, a la que no le bastan los tiques ni los registros de las maquinitas esas modernas de ahora. Pregúntale a Carlitos, pregúntale a cualquiera, pregúntales a los que tienen que pasar con maletones, a las señoras que han de meter el carrito del nene por la puerta de salida y después volver al torno, al dichoso, al maldito, al condenado torno, cuyo uso sólo se da ya en esta ciudad lagártica y tornera. Que lo quiten ya, por favor. Yo me he empeñado en lograr eso en Jaén a través de mis escritos y tengo decidido jubilarme en cuanto lo consiga —misión cumplida—; pero bueno: háganlo aunque sea por Carlos el del bar “La barra”, si no me quieren dar el gusto ni la razón a mí.
24.9.08
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