No pueden. Es que no pueden. Tienen gatos en la barriga, dos o tres, y cuando se les revuelven los gatos es muy difícil mantener el cariño fingido: la sonrisa se troca en mueca y el diálogo, en puyazos. El jueves del pleno pasado ni siquiera quisieron tomarse juntos la cañica en La Viña del después de los despueses. A saber dónde se irían a refrescarse el José Luis Cano y la Isabel Mateos, ahí solicos los dos, enfurruñados, ceñudos frente a frente ante una ración de chopitos fríos y tiesos, mientras los sociatas hacían pandilla jijijí y jajajá con su tomo de presupuestos debajo del brazo. No se pueden ni oler. Y mira que a Jaén le gustaría verlos abrazaditos los dos, más amigos que el copetín, disfrutando juntos de una sociedad de Gobierno municipal en amor y compaña, incluso morreándose cada dos por tres: ¿Quién le va a comer la boquita a mi IUUUUUU? ¡Tú, tú, tú! ¿Quién le va a pegar un muerdo a mi PSOEEEEEE? ¡Gaspar Zarrías… Digo, no: tú, tú, tú! Pero nada, eso no va a poder ser. Esa relación tiene más peligro que la concejala Matilde Ojazos Cruz cogiendo un taxi. La alcalda carraspea y el Cano le pregunta que con eso qué coño le quiere decir, el Cano se rasca una oreja y la alcalda le grita que no le haga burlas. Así no.
2.6.08
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