Ahí, sí señor: ya era hora de que alguien pusiera en su sitio a esos cocineros que te cascan un dineral por un pegote de chalaúra con piñones en mitad de un plato de ducha. Aunque, bueno, la verdad es que la culpa de esas estafas la tienen los comensales, quienes, atacados de esnobismo y enchorretados de poderío, se sienten muy complacidos por dejarse un pastón y quedarse con hambre, porque mira que se pasa hambre en los restaurantes finos, más que los perros de la tía Matilde, y lo digo por experiencia (no pagaba yo, claro, pagaba el tontopollas que quería hacerse el rico delante de mi miseria). Lo que aquí en Jaén sería una tapa rara, en un comedero de postín es un plato ñiñiñí de no sé qué por el que son capaces de robarte hasta cien euros. ¡Quieto, arriba una mano, con la otra jálese usted eso y deme la cartera, que aproveche! Vamos, como en María la Guarra, igualico. Ahí la cocina se acerca a cierto tipo de arte en lo que a tomadura de pelo se refiere. La inspiración suele provocar muchos gases y la mayoría de las veces lo que te salen son peos. Deconstrucción…, sóplame este ojo. Sorbete frío de bocadillo de salchichón y mus flambeada de arroz con conejo. Esa cocina sólo representa a timadores y a tíos mandrias.
30.5.08
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