Yo no sé si alguien echó de menos a un tal Gaspar Llamazares en el debate del lunes pasado. A lo mejor no. Posiblemente ni el propio Gaspar Llamazares se echara de menos allí. El interés por el enfrentamiento de los dos partidos mayoritarios deja fuera al tercero, que no es mayoritario, vale, pero escañea en el Congreso y representa a un buen número de españoles con más fe que la Mocos, o sea alternativos, jipilones, ecologistas, porreros, alucinados, hijos del auxilio social. Lo que tú quieras; pero el ejercicio democrático, entonces, no lo es tanto. Algo tendrá que debatir Izquierda Unida, digo yo, si es que a estas alturas se sigue soportando a sí misma, que también puede ser que no, y reza por que a nadie se le ocurra pedir que participe en los debates mediáticos para que el juego esté o parezca completo. La verdad es que de tercerón se tiene que estar muy bien: instalaíco, tranquilo y presto a largar oposiciones sin consecuencias a la hora de ponerlas en práctica, viva la República, se le saluda, Majestad, recuerdos a su señora. Llamazares vio el debate en su casa, desde la barrera, quizá en pantalla plana y con un zumito de tomate en la mano. No es imagen justa, la verdad. Es un “tú te callas” tácito, previsible y consentido.
27.2.08
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