9.11.06

Aunque se nos lleven los demonios

A ver, Narbona, ministra, hija mía, no se trata de acaudalar más dinero mediante multas a los que se pasen con el grifo, sino de que haya agua en los pantanos, ¿tú me comprendes lo que te quiero decir? De qué sirve tener llenas las arcas del Estado, o de quien sea, si los embalses se quedan vacíos. ¿Nos bebemos los billetes? ¿Le compramos agua a dios? ¿Nos alquilamos un nubarrón? Por otra parte, mientras que unos miramos con susto el recibo del agua, muchos ricachones no saben ni lo que pagan por esa cosa transparente que limpia la zurrapa del váter cuando aprietan un botón, de manera que las multas se las van a traer al fresco, por descontado. El problema es grave, mucho: las reservas boquean, la lluvia ya es cosa del pasado, el ser humano no escarmienta, ni escarmentará jamás, y sin agua nos vamos todos a tomar por el culo despacito y en fila india. Hay que restringir, aunque se nos lleven los demonios (a mí el primero) cuando el grifo sólo eructe y nos veamos con kilo y medio de roña en el cuerpo y una pila de platos grasientos en el fregadero. La restricción asegura los pantanos por más tiempo, las multas los seguirán secando. No hace falta ser ministro para saber esto, leche.

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