Lo bueno que tienen las ferias de San Lucas preelectorales, como la que se nos avecina, es que los políticos están muy simpáticos y se tiran de pechos convidando a todo el mundo, así que no se me despisten y aprovéchense, husmeen en las casetas de los partidos y déjense ver por las cabezas de lista y por la lista entera, evitando, eso sí, a los jefes de prensa, quienes, pese a que se saben muchos chascarrillos y, además, te los cuentan uno por uno sin piedad, no suelen invitarse ni a la rosa de un chino, será que cobran poco. Por lo demás, nada importa y todo vale. En la feria ya se sabe que no caben fobias, filias e ideologías: todo el mundo es un primor, incluso las feas están buenorras, así que hay que dejarse en casa el orgullo y pensar que lo principal es la olla, y la olla, y la olla, te la llene quien te la llene, a cambio de un voto del que, luego, no se va a enterar nadie. Yo no sé usted, pero servidor tiene más que demostrado que la dignidad y los principios durante los días sanluqueños no sirven sino para pasar mal rato o aburrirse hasta llorar, dime tú para qué son entonces los sombreros de paja que nos dan. Después ya habrá tiempo de volver a ser formales y consecuentes. Ji, ji. Insisto: ji, ji.
5.10.06
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