10.5.06
¿Adivinas de quién escribo?
Físicamente sólo se le ve si se le busca, si uno quiere y hace por verlo; de lo contrario, pasa desapercibido, porque es un maestro del “no estoy pero estoy” y además le pagan por y para ello: mucho, dicen que mucho, aunque ya sabemos aquí lo que se exagera para hacerse uno el chulo en los bares. Siempre va detrás del que está delante, sin embargo es el que tiene que ir delante para que el otro no vaya detrás, un lío muy bien pensado, un plan más viejo que toser. Es una especie de, digamos, guardaespaldas de su pecho, el de su jefe, a los pies de su cabeza, a la derecha de su izquierda, y supervisor del palacio, por cuyos recovecos se mueve a sus anchas y sin avisar, con esa eficacia intimidatoria de los bajitos. Siempre he pensado que el mundo y el poder son de los bajitos, de los que hacen poco bulto y se saben integrar en la sombra, formando parte de sus beneficios. Jamás le verás participando en público de los honores que él mismo le ha diseñado al grande, al guapo, al visible. Y no hay visita de relevancia que le haga perder la postura ni la fidelidad: sabe que el protagonista es el anfitrión, siempre. Hablo de Rafael Olmo y me inspiro en la foto de la página 2 del JAEN de ayer.
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4 comentarios:
En efecto era yo, el que te ha mirado cuando ibas cargado con bolsas y una muchacha con gafas de sol a la altura del parque calle Baeza, esquina avenida Madrid.
La timidez ha podido conmigo, y no hubiese sido cortés con lo cargado que ibas.
Un saludo.
Pues, hombre, al menos podías habernos echado una mano, que pesaban lo suyo...
Jajajajaja!
A mí si me ves por la calle no te eches a correr que no te cojo, bribón -qué monárquico ha sonado eso, leches-
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