14.3.06
Vámonos a los vicios
Los “vicios”, nosotros llamábamos “los vicios” a las salas de juegos recreativos, a los futbolines, “vámonos a los vicios, nene, vámonos a los vicios”. Ayer nos contaba este periódico que en toda la provincia jaeneta ya sólo quedan doce salas, y bajando, porque internet y las consolas han venido fusilando sin piedad a los muñecajos tiesos y alineados de ese invento español de cuyos últimos vestigios, que yo sepa, todavía podías disfrutar hasta hace poco en el bar “Tijuana”, ese subterráneo de románticos que queda en la ciudad, pero ya ni eso. Modestia aparte, yo soy muy bueno al futbolín, intuitivo jugador innato, más en la defensa que en el ataque, las cosas como son, y si practicara con más asiduidad podría desafiar al más chulo del barrio y ganarle, lo que pasa es que, ay amigos, nos quedamos sin futbolines, sin “vicios” y sin imaginación, porque ahora el Bernabéu y el Camp Nou y el Maracaná no están en el localcillo del barrio esperando a que tú los crees, sino que ya está hecho, el de verdad, en las pantallas del progreso, y el clamor grabado del gentío suena verídico frente a la vocinglería y los castañazos de aquellas tardes últimas de domingo, billares y golazos de madera.
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1 comentario:
¿Y cuando la bola se salía del futbolín? De esto no has dicho nada, pero era una anécdota más.
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