15.2.10

El reojo

Flipa con las dos Españas en las que se ha dividido la Justicia por causa del juez Baltasar Garzón. Decir que los jueces están politizados hasta las trancas es una perogrullada, claro, pero mostrarlo tan a las claras es un vergüenza y una imprudencia y un pasonaco. Hay dos interminables espinazos que no paran de estremecerse: el de los perdedores olvidados y el de los ganadores empeñados en que se sigan olvidando. Cuántos magistradotes se acordarán, con el culo encogido, de sus padres y de sus abuelos cuando la Memoria Histórica viene a preguntarles si están agustico en el ejercicio de la justicia democrática. A Garzón le permiten la “chiquillada” de meter la toga en Chile y Argentina, que así se desahoga el hombre, “ya sabes cómo es”, pero en cuanto ha querido dar con el martillo y exigir orden en la sala de España, ¡soooo!, salen los guardas de la finca del señorito y dicen que aquí no se puede pasar. Lo hecho, hecho está, ¿verdad? Aquellos no fueron crímenes contra la humanidad, sino que había que quitar de en medio a unos cuantos guarros que estaban emporcando la patria, y se acabó. A Garzón lo quieren sentar en el banquillo, por desasosegante, esos que se agarran a la democracia con la cabeza baja y el reojo torvo, vigilante, desconfiado y nostálgico.

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