Ana nos muestra la boca destrozada a golpes por el que, presuntamente, un día se la besó. Yo veo esa boca en el flash macabro y final de muchas parejas jóvenes, incluso niñas, que por la calle muestran su amor y hacen divertido el paseo mediante empujones de broma, collejas de broma, tortazos de broma, puñetazos de broma, derribos de broma. Se acostumbran a la broma y a la violencia y eso va creciendo, la violencia encuentra acomodos con mucha facilidad y es un poder adictivo. En los institutos yo veo la boca machacada de Ana en las risas de ellas mientras su chorbo (o como se diga ahora) las acogota o las medio estrangula porque a lo mejor se han llevado medio bollicao de un solo bocado cuando el pacto era un bocadito. Flash: aparece esa boca como un relámpago. El pescozón es un chiquillo que se hace un hombre y se convierte en una mano de hostias, en un porrazo en la boca, en un navajazo en las tripas. Hay un masoquismo asumido como normal en muchas parejas adolescentes, hay un triunfo de perro en algunos machitos zangolotinos que se sienten ganados de respeto cuando tumban en el suelo a la novieta, quien se mea de risa y no para de decir “¡que me dejes, jalipollas!”. No digo que este sea el caso de Ana, pero sí el de su boca, el de tantas bocas.
22.10.09
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