15.9.09

La pera

Cuando la Junta (desde que Gaspar ya no está y sigue estando, no está pero viene, viene sin estar y se fue sin irse, que es como irse antes de volver, soy incapaz de escribir aquello tan ingenioso de “de Andazarrías”, ni siquiera “de Andalucía”, que sería lo decente, ¿estaré chalaote?) quita de improviso delegados, ¿por qué es, porque no lo han hecho bien, porque ya se han puesto muy vistos o porque la Junta es como una señora viuda con mala conciencia que cambia los muebles de sitio sin ton ni son ni recato? ¿Eh? Uno es muy doméstico y apenas puede evitar, cuando esto pasa, pensar en la alegría que llevarían a su casas los recién señalados mandamases provinciales. Alegría para sus maridos, para sus mujeres, para sus padres y sus titas y vecinos, ¡cucha tú a lo que ha llegado esta criatura! Y después, un día, arriban a casa con la cara de ajo, enterados de que se les acabó el sueldazo, perdón, la oportunidad de desarrollar su vocación pública, y ese día todo es silencio y suspiros en la mesa y un pelar la pera del postre con mucho desmayo y mayor pesadumbre, ay dios mío, ay dios mío, qué habré hecho yo mal, qué habré yo dicho, quién se lo habrá chivado. Je je.

No hay comentarios: