11.9.09

¡Homosexuales!

Por la tele pudimos oír cómo los energuménicos jóvenes botelloneros de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, llamaban “¡homosexuales!” a los antidisturbios. Qué cosa más estrambótica. Lo que menos espera uno de alguien que está friendo a botellazos a un prójimo es que le llame “homosexual”, con la de sinónimos peyorativos al uso y mucho más sonoros que existen para eso, oye. ¿A que es raro? ¿A que es cursi? ¿A que inquieta? Inquieta, sí, porque ahí tenemos a unos nenes bien educados que no dicen palabrotas mientras la arman campalmente con piedras, botellas, destrozos, policías descalabrados e intento de asalto a una comisaría. Nenes que tienen muy asumido que ser homosexual es malo, una vergüenza, por eso utilizan el adjetivo a modo de esputo. Pensarán que el propio hecho de la homosexualidad ya es tan asqueroso que no necesita de más combinaciones de sílabas, que con las que tiene ya es suficiente para denigrar a una persona. Se habla de hedonismo, de estudios frustrados por el paro, de pérdida de valores y de todo lo que dicen los manuales políticamente correctos, pero a mí me parece que esos chavales lo que están es faltos de palos, ¿eh? Hay que tener en cuenta lo bien que se comunican con ellos, con los palos, cuando son ellos los que los dan.

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