2.6.09

A cara perro

Yo a los curonchos y a los curotes, a los obisporros y a los cardenalacos, les preguntaría (sin reírme) por qué creen que el dios ese de mentira que ellos manejan puso un clítoris a las hembras humanas, un glande a los machos y por qué nos dotó de orgasmos y gustirrinines si para procrear no hacen falta, si para procrear lo único que hace falta es un óvulo y un espermatozoide, y ganas de echarte un gasto encima, claro, que como el nene te salga comilón y estudioso, aviado vas, tío Blas. Y también trataría de insinuarles si no habrán sido ellos y su multinacional de la fe los que han encenagado de pecado el sexo que tanto les obsesiona, que es que no les deja vivir, tras haberlo facturado el dios ese como un acto natural, necesario, placentero y con el que, además, conoces a mucha gente y sacas la cara de los velos pútridos de la represión. Y, cucha tú, no conforme, les preguntaría que por qué el dichoso dios no se enjaretó la cosa de tal forma que los embarazos (hemos quedado que sin orgasmo ni ná, a cara perro) no fueran biológicamente posibles si la pareja no ha pasado antes por el altar, ya que es allí donde se produce esa cosa tan misteriosa de la unión con el acuerdo del cielo que sólo la muerte y no el hombre separa. Pero, pa’qué. Lo mismo me lo cuentan.

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