Bueno, pues ya tenemos aquí las europeas. ¡Las europeas, las europeas, que ya están aquí las europeas! La ilusión que nos hace, oye, eso de ir a votar a las europeas. Son importantísimas las europeas, así que tenemos la obligación de olvidar (o procurar no pensar, da lo mismo) el panorama político de casica si queremos cumplir decentemente con lo que somos: europeos. ¿Quién no se levanta todas las mañanas y piensa frente al espejo “dios mío, soy europeo, qué mala cara tengo, pero qué europeo soy, copón”? De modo que, atención: nuestros políticos, además de currar un poquillo, nos dan corrupción, desgana, corrupción, partidismo, corrupción, ineptitudes, corrupción, rollazos, corrupción, mentiras, corrupción, sandeces y corrupción; pero en Europa son otra cosa, dónde va a parar, en Europa sí que se lo toman en serio. Tan cercanos, tan preocupados por nuestros intereses. Ay, la virgen. Un gran voto en blanco, por favor, una enorme inyección de aire, una caja rellena de paja y sólo paja es lo que necesitan y lo que -vamos a pensarlo- tenemos la obligación de regalarles quienes día a día maduramos el convencimiento (hasta hacerlo viejuno y potajuno) de que los votantes ya no somos sino bichos llenos de sangre útil que chupar.
26.5.09
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