15.4.09

Berridos

El aceite deberíamos tomárnoslo aquí en cañas, como la cerveza. Grifos de aceite en los bares para criarnos mejor mala sangre de aceite. Aceite vaginal para la desecación íntima, colirios de aceite para tener un punto de vista más espeso, sudor de aceite que empape el pan de los señoritos. Pompas de aceite. Aquí a los artistas de fuera tendríamos que ungirlos de aceite, transfusiones de aceite para los excesos de vigor, aceite en los cálices para mojar las hostias y que se deslicen con más facilidad hacia las profundidades del alma pía. Para la acumulación de cerumen en los oídos, nada más efectivo que el aceite, chorretazo en pera color butano, pese a que después algunos sigan igual de tenientes. La culpa no es del aceite, la culpa es de la costumbre de ser tan cobardes, tan aceitosos. Cuando el aceite está por los suelos lo lamemos como perros, cuando el aceite está por las nubes le ordenamos al tonto del barrio (o al más faltuzco) que saque la lengua y salte y rebañe el aire, verás qué rico. Escritos de aceite, pestazo de textos. Pena de muerte, te fríen en aceite, sin rebozar. Tú a Jaén le quitas el mar de olivos y se le queda un mar de aceite, tú a Jaén le quitas el mar de aceite y los jaenitas se quedan sin playa ese verano, lamentándose entre berridos cítricos.

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