Por un lado dice un alcalde que los votantes de derechas son unos tontos de los cojones y por otro, un diputado catalanote le grita mueras al Borbón. Estas cosas quedan muy graciosas, yo por lo menos es que me meo de risa, pero después son todos unos cagaos que se retractan y aseguran que no quisieron decir lo que dijeron, y ahí empieza la tristeza, lo patético, cuando juran que el pastel no se lo han comido ellos mientras se relamen el merengue que les llega hasta las cejas. Venga ya. Uno tiene que ser consecuente con sus calentamientos de boca. Hay, o debería haber, un código moral, una honradez, una fidelidad y hasta una entrega devota en lo que a bocarronería se refiere, porque de lo contrario es muy fácil desbarrar y liarla, a sabiendas de que luego te disculpas y se olvida el tema. Pues no señor. Para eso, lo mejor que puede hacer uno es acogerse de por vida a lo políticamente correcto y vivir tranquilito y en paz. Aburrido y reprimido, sí, pero sin que te calienten la cabeza: con el convencimiento ahogado y boqueante de que los votantes del PP son unos tontos de los cojones y que Juan Carlos I estaría mejor fallecido, pero tú más callado que en misa. Las disculpitas cobardes repugnan. Sobre todo porque, encima, nunca te perdonan del todo.
9.12.08
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2 comentarios:
Pues que somos hijos de la represión y de la falsa moral.
Me gusta la forma en que te expresas aunque pueda o no estar de acuerdo contigo y a veces ni con la forma de expresarte pero eres una ventana de aire fresco.Gracias.
Pida ud disculpas por lo de los gatos. Macarra
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