Sentarse un domingo a ver un desfile militar tiene que ser un coñazo de agárrate y no te menees, lo mires por donde lo mires y por más patriota que te pintes, por más lagrimones que se te caigan al pensar en la grandeza española, por más erecciones y flujos que te produzca ver un legionario despecheretado y caprino haciendo así con el puño y con el papo a pique del explotío. Un coñazo, sin más adornos. Creo que el PSOE está haciendo un poco el gamba al llevarse las manos a la cabeza por la metedura de pata de Mariano Rajoy. A la Leire Pajín esa no se la cree ni su tía cuando se estremece y amohina el gesto porque el paso de interminables soldaditos le parezca un coñazo de plan al líder de la oposición, quien al mismo tiempo hace el tonto excusándose con la cosa de lo coloquial y del comentario privado. No señor: lo dicho, dicho está, y ahora cuéntame películas. Sienta tú a la Pajín y échale el desfile, a ver qué clase de experiencia trascendental te narra cuando acabe el espectáculo. Lo que los políticos deberían aprender de una puñetera vez es que los instrumentos de sonido ya no son dos vasos de Danone unidos con un hilo, que ahora captan hasta el peo de una mosca, y dejarse de papanatismos, que lo coñazo es coñazo porque coñazo lo parieron.
14.10.08
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