Bien por el Rubén Valenzuela, un estudiante de dieciocho años al que, el domingo pasado, sacaba este periódico por haber montado en Jaén un “walkingdog”, lo que en el habla normal y decente quiere decir que, por unos pocos euros, cogen y te pasean al perro si tú no tienes tiempo, te da pereza o estás enfadado y no quieres ni dirigirle la palabra al animalico. Ya está bien de montar baretos, joé. Ideas innovadoras para ir supliendo carencias en esta ciudad y, de paso, ganarse unas pelillas, si bien —la verdad sea dicha—, al margen de que en otros países ya existen empresas dedicadas a ello, ahora que lo pienso tampoco es mucha novedad eso de tener que encargarse de pasear perros para sacar un provecho. Aquí, en este Jaén tan lagártico y tan cocido así como en pucherete boquerón, se hace mucho: ya sabemos lo que viste, a veces, que te dejes ver con un buen perro pachonaco o con la perra más codiciada y bien puesta del lugar. Eso no tiene precio. Lo importante es que no te vean recogerle la caca y metértela en el bolsillo para aprovecharla luego; pero, por lo demás, a lucirse y darse pisto con ufanía y devoción. Correíta floja, glúteos apretados, sonrisa en tendedero —con pinzas— y que sea el bicho el que decida adónde le apetece ir, acudir o presentarse. Y cuándo.
30.9.08
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario