O sea que uno no puede salir del teatro “Infanta Leonor” cuando la cosa ha empezado. Una amable y guapa azafata te lo dice: “Perdone, pero no se puede salir”. O sea que si te viene un apretón que te jiñas, te llaman para decirte que tu suegra está en una UCI, te acuerdas de pronto que tenías cita con la pitonisa Esperancita o de repente comprendes que en realidad tú no quieres estar ahí…, “perdone, pero no se puede salir”. O sea que el Nuevo Teatro es una cárcel por horas, o sea que las azafatas son sus vigilantas, o sea que hay que estar ahí por narices, o sea que uno entrega su entrada en la puerta como si depositara sus objetos personales, porque ingresas en un sitio en el que, si de pronto te viene un arranque de libertad o de claustrofobia o de ganas de mandarlo todo a la santísima porra…, “perdone, pero no se puede salir”. Pues qué bien. Muy correcto me parece que no dejen entrar cuando la representación ha comenzado, pero ¿salir? ¿Y si la representación es un pestiñazo, así del tipo del último montaje de Invitro, pongamos por caso? ¿Te lo tienes que papear? Perdone, pero no se puede salir. Y como encima en el teatro siguen sin bar –que ya hay que tener mandanga para dejar sin bar un teatro-, pues nada: rabieta a palo seco.
10.9.08
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2 comentarios:
Tengo que pasarme por ese rincón de Jaén para fotografiar y clasificarlo en rincón o escombrera.
Saludos
Uno, que es malpensado por naturaleza, se pregunta cuánta confianza tendrán en el interés que puede suscitar la obra si ponen guardianes para evitar la huída del público.
Saludos.
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