Hoy voy a hacer la columna optimista, colorista, contentona y más guay que ná, que ya está bien de ahogarme en el pudridero que llevo dentro, córcholis, que no se puede vivir siempre amargado, masticando hieles, arrastrando la cojera de la mala follá por donde quiera que uno va, repámpanos, me voy a relajar un poquito y voy a emplear el alfabeto que dios me dio para construir un mundo abejomayo de luz y de alegría, que la opinión no tiene que ser siempre tan severa, ni tan grave, ni tan sucia, ni tan tiquismiquis, ni tan interesada, ni tan rastrera, y aunque yo no tengo matrimonios amigos que celebren sus aniversarios en la paz y la armonía familiar para sacarlos en mis columnas, ni asisto a cursillos de cristiandad y convivencia, tengo a mi alrededor otras muchas cosas bonitas que me placen y me hacen soñar con quimeras y…, yo qué sé…, con patatas fritas, eso, con patatas fritas…, así que ya saben, hoy les voy a dedicar a todos ustedes un primor de “Lagártica”, una seda, un remanso, una cosita tierna de esas que provocan que luego por la calle me llamen “¡mariconazo!”, pero me da igual, allá cada uno con sus complejos, este de hoy va a ser el artículo redentor, un dechado de beatitud y sonrisa, una cosa descompasada de bien.
23.6.08
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