La suspensión del mugrero mayor de los programas basura, Aquí hay tomate, ¿significa el comienzo de un tímido retorno a la televisión educativa, divulgativa y de mero y sano entretenimiento? ¿Significa, acaso, que los televidentes comienzan a dar muestras de hartazgo chismoso? ¿Empiezan a dejar de interesar en este país el alquiler más o menos duradero de las vaginas, la biografía de las pirindolas okupas, los despellejamientos graciosísimos, las catetadas con glamour, papa llama, Andreíta cómete el pollo y demás citas célebres? Pues si las interrogantes expuestas apuntan a una respuesta afirmativa… ¡Horror! La nuestra podría ser una sociedad abocada al pensamiento lúcido, con lo que duele eso y lo barato que se paga, cuando ya habíamos conseguido (o casi) que el ciudadano medio confundiera con fundamento masoencefálico los pelos listísimos del pestiñazo Punset con la alegría de vivir de Paquirrín o, lo que es lo mismo, la follisquería apalabrada y previo pago con los tristes apareamientos de los documentales de La 2. Ojito, que toda depuración acarrea replanteamientos. Y que tampoco hay derecho a que nos dejen sin el escote boquiabierto y digestivo de Carmen Alcaide, joé.
6.2.08
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