Pero si toda campaña electoral es una cacicada, hombre, y una compra de votos, cucha tú el Aznar, qué luces. ¿O qué se creen los políticos, que ahí en sus estrados y en sus actos y en sus cosas los vemos siempre como a príncipes de la honradez, la democracia y la santidad? Pues no: unos cacicorros, unos vulgares y palabreriles cacicorros. Las promesas electorales son una compra de votos, aunque después se cumplan, o precisamente por eso, porque después se cumplen. De lo contrario, el cacique perdería caciquismo y llegaría un momento en que sus cacicadas sólo se las creería su gato, que es más bien tonto y vota en blanco. Una promesa incumplida es una mentira cochina y pelada, una promesa cumplida es lo que te debo por haberme votado, toma, estamos en paz. Mas, ya en el poder, se llevan a cabo empresas y medidas que ni se mentaron en las campañas, con el supuesto consentimiento del ciudadano, que así puede salir a la calle a millones protestando: ellos ni se enteran. El PP ha adoptado la consigna de llamar cacique al enemigo (“llamadles caciques, llamadles caciques, que verás cómo chinchan”) y con eso han descubierto el mecanismo de un clip y la oratoria del percebe.
30.1.08
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1 comentario:
Me adelanto a la publicación, ya que me gusta leerte en la prensa a eso de las siete y media. Pero a lo que voy, creo que el que hoy dices que sale en la foto es el que crees que es, no estoy seguro, pero creo que no.
Yo tenía el Diario de ayer en la basura ya.
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