Dijo el escritor Nicolás Casariego la pasada semana en la “Antonio Machado” de Baeza que “el relato es el hermano pobre de la novela” y que “es un misterio saber por qué se leen menos relatos en España”. Bueno, para empezar, yo prefiero hablar de “cuento”, aunque con ello los currelantes del género nos arriesgamos a que nos hagan la insoportable pregunta: Ah, ¿escribes para niños? Sí señora —se responde—, para niños sátiros. Y es verdad que las editoriales tuercen el morro ante un libro de cuentos, sobre todo si lo firma un desconocido, pero es porque saben qué clase de lector mayoritario impera en este país: el de la novelaca gorda, para que quepan bien en ella su planteamiento, su nudo y su desenlace (y para poder exclamar: ¡cuánto he leído, leche!), con datos históricos, para sentirse culto y quitarse el complejo de estar perdiendo el tiempo, y con su intriga de malos, buenos, doncellas, polloperas valientes y amoríos, porque eso gusta y vende siempre, nos pongamos como nos pongamos. El cuento, en cambio, además de ser el hermano pobre de la novela, es que no tiene nada que ver con ella. Los cuentos, los buenos cuentos, son pedazos de existencia sin relleno y sin masticar. Y eso no luce.
17.9.07
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1 comentario:
Completamente de acuerdo. Adelante, cuentistas.
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