No sería largo ni penoso contarles a mis fieles lectores por qué la columna de hoy es una auténtica chominá, una columna que no dice ni va a decir nada, un relleno absurdo, unas ganas locas de llegar a las once líneas y acabar cuanto antes, y largarme, y que le den por culo a Panete, con perdón de Panete, si es que existe o existió, a ver si algún jaenista me lo puede aclarar, pero rapidito, sin darme demasiado el tostón, que pierdo la paciencia y se me sube la mala leche que tengo. Es tarde, ya muy tarde, ésta no es mi hora de escribir columnas, ésta es mi hora de recoger palillos de dientes en los bares y hacerme con ellos una almohada, la hora de escribir columnas es la de la mañana, a primera hora, a poder ser, cuando la sintaxis se mezcla con la tostá del desayuno, esa rica tostá de mantequilla suiza o de orujo de oliva italiano. Pero la vida no es como la planeamos (si la vida fuera como la planeamos yo ahora mismo estaría disfrutando de mi geriátrico soñado, junto al mar), así que toca improvisar y aguantarse, viva Lagártica, ya queda menos para acabarla, cuánto sufrir, no sé hasta qué punto merezco este sufrimiento, algunos pensarán que mucho, y poco es, pero en fin, yo he terminado.
3.10.06
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