Queremos ver a Farruquito en la cárcel. Nos importa un pipote que sea joven y guapo, que tenga un futuro prometedor, una carrera brillante, que le sienten tan bien las gafas de sol, que su legendaria familia esté maldita... Farruquito a la cárcel, como cualquier farruquito, y que siga la maldición, que seguramente no es ésa con la única familia con que se ceba. Cuando ya creíamos haber asistido a otro despropósito de la justicia española, a otra patada al artículo catorce de la Constitución, que venía a decir que todos los españoles, menos Farruquito, somos iguales ante la Ley, aparece de pronto un aumento considerable de la condena, aquella regañina que le echaron al bailaor, y nos recuerda lo que ya teníamos tristemente olvidado: que, suelto y de bautizos, había un tipo que había cometido homicidio, que huyó, que culpó a un menor, que ocultó pruebas, que mintió y que, a pesar del remordimiento, seguía meneándose y ganando pasta por los escenarios del mundo, mientras una viuda se desgarraba en otras soleás y un señor cuyo futuro también debía ser muy prometedor, aunque no le corriese el arte por las piernas, se pudría en el cementerio por el simple hecho de haber cruzado una calle.
18.9.06
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4 comentarios:
Ole!
Beso.
M.
A las buenas...
Tienes todo el apoyo de los que pululamos por Ediciones Irreverentes.
¿Cómo van esas novelas?
Salud.
A las buenas...
Tienes todo el apoyo de los que pululamos por Ediciones Irreverentes.
¿Cómo van esas novelas?
Salud.
Pues se lo cuento en cuanto me diga quién es usted, señor anónimo de Irreverentes.
Salud.
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