La estatua de don Andrés

Ahora que ya su pedestal se ha amalgamado con el suelo y que el conjunto entero empieza a tomar el color de la intemperie, es de hora de meterse a fondo con la estatua de Andrés de Vandelvira, que ya le tenía uno ganas, lo que pasa es que me daba lacha estando aún tan insegura y novedosa, tan pipiola. Vamos para allá, pues. La estatua de Andrés de Vandelvira la han puesto en el mismo culo de la Catedral, su obra, y encima con el careto vuelto, lo que podría significar dos cosas: una, que al arquitecto le parece en realidad una mamarrachada y no la quiere ni ver de la sofocación que le entra; y dos, que, como está en su culo, al templo se le ha ido un cuesquillo de secula seculorum y no veas tú la tufará que tiene que estar soportando ese hombre, allí tan indefenso y tan tieso. Se ha dicho igualmente que don Andrés mira el reloj de la Diputación y vigila las entradas y salidas de los funcionarios, pero esa teoría se cae sola si tenemos en cuenta que a los funcionarios de la Diputación no los amedrenta ni la mirada de un artista universal, menudos son ellos y menudo el rejo que gastan. ¿Tan disparatado hubiera sido colocarla en la Plaza Santa María y con la cabeza derecha?