3.3.06
Pegarle fuego a la blasfemia
Estuve en enero en el estreno del nuevo espectáculo, irreverente y divertidísimo, de Leo Bassi, titulado “La revelación”, en el madrileño teatro Alfil, que el otro día se salvó de milagro del incendio que intentó provocar el artefacto de un individuo, seguramente muy creyente y muy cristiano y muy con el cielo ganado, por supuesto que sí. A ver si voy a tener que renegar de la columna que les eché hace poco, a cuento de las caricaturas de Mahoma, en la que reconocía que los católicos al menos no te matan cuando haces cuchufleta de sus creencias, las cuales, en ocasiones, la verdad es que para eso están, porque de otro modo es que no entran en la cabezota. Espero que no, que el incendiario sea un loco aislado y puntual y no pertenezca a alguna secta o mafia derivada del profundo amor a Dios y sus liturgias. Y lo curioso es que esa obra ha recorrido Europa sin problemas, pero claro, viene a la tierra de María santísima y hale, a quemar el teatro con quien sea dentro. Da escalofríos pensar que hay gentuza que está convencida de que esos actos los premian el Padre, el Hijo y hasta el Espíritu Santo, que sale menos. Por lo demás, el espectáculo de Bassi es una panzá de reír. Vayan, vayan.
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