3.2.06

Hoy toca la pava de Cazalilla

A los días 3 de febrero de cada año les tengo mucha querencia y simpatía porque toca hablar de la pava. La pava de Cazalilla. Ese animalito que, por San Blas, es costumbre tirar campanario abajo para el disfrute, el jolgorio y la tradición decimonónica de los cazalilleros, quienes ven en su pava el augurio de un año de buena suerte, sobre todo para el que consigue trincarla. Y esto, claro está, ofende a los amantes de los animales, que año tras año tratan de impedir el atropello. De su razón gozan, por supuesto, pero a mí me parece que una cosa es tenerle amor a la especie animal, así, grosso modo, y otra muy distinta es amar y defender también a los pavos, de manera particular. No sé si me explico. Que yo no creo que sea tan grave defenestrar una pava al año si con eso está contento todo un pueblo. Las tradiciones, nos gusten o no, aunque no sean razón legal ni todo lo que tú quieras, pesan lo suyo y con eso tienen bastante. Además, qué leches: queda un pelín ridículo y bastante coñazo, por repetido, eso de echarse las manos al corazón cada vez que en Cazalilla preparan la pava para su viaje en picado, tal y como está el patio de la Humanidad, que sangra y revienta por injusticias legales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Llevas toda la razón, en lo que dices.
Además si la gente conociera de verdad la historia de esta tradicción....
Los cazalilleros son los primeros en preocuparse del bienestar de la pava, es más no se si sabran que la pava que se suelta del campanario debe morir de vieja (esa pava no podrá morir para uso cárnico), asi que en realidad se salva la vida a una pava.

La pava es simbolo de unión entre dos familias enemistadas. La hija de una de las familias se enemoró del hijo de la otra familia y los padres para evitar la desdicha de sus hijos permitieron el matrimonio y lanzaron una pava desde el campanario en señal de alegria por la boda.
De forma que la persona que coge la pava gozará de suerte, alegria y buenos momentos durante ese año.

No debe prohibirse una tradición en la que no se hace mal a nadie.