11.1.06
Gorrión, la maldición, la profecía
Está escrito. Lo saben los sanedritas de los templos jaeninos. La arcana profecía de cuatro senadores tan magos como borrachos se cumplirá irremisiblemente, llegado el día. Dice así: “Ay de aquel que interrumpa o profane el devenir posado y secular de la taberna Gorrión, pues la momia del jamón que duerme en el sarcófago bodeguero cobrará vida y venganza justa y terrible entre quienes ejerzan y alienten tamaño sacrilegio”. No es broma; esto de las maldiciones es cosa muy seria que no hay que tomar a chiste, mucho menos a chufla. Figúrense ese jamón carcomido y furibundo, con los ojos malos, apareciéndose por las noches al personal para pegarle sustos y pezuñazos. No quisiera estar en el pellejo de los perseguidos por la revancha del tiempo. Si la taberna Gorrión se vende, como dicen, habrá que atenerse a las consecuencias. No habrá euros suficientes para que los dientes dejen de rechinar ni un solo día, será un precio maldito, una venta que arrancará de la tierra un chillío a los muertos incorruptos por tantos vinos trasegados. Callarán por siempre los gorriones en Jaén: estarán demasiado ocupados en picotearnos los ojos hitchcockianamente, y ya se sabe que, el que pica, no pía.
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