16.12.05

Si me llego a caer...

Los bestiales prejuicios de los que padezco, y que cualquier día me van a dar un disgusto, me hicieron creer durante unos segundos que la mano plana que me presentó el vigilante de seguridad era para no dejarme entrar a la carpa autobombística del Ayuntamiento jaenita, poco después de su inauguración, cuando en realidad con su gesto tan sólo me advertía del escalón de la puerta, en el que por lo visto estaban tropezando muchas criaturas desprevenidas. Agradecido. Nunca está de más que te eviten un costalazo, sobre todo en un sitio tan ridículo y delante de unas azafatas tan guapas, que con más o menos disimulo se hubiesen mofado, es natural, máxime si con el cepazo se me caen las gafas, cosa que suele pasarme cuando abocino, y no hay nada más patético e hilarante que un tiarrón desparramado por los suelos y buscando sus gafas a tientas. Qué horror, menos mal que me avisaron del peligro y, así, pude echar un vistazo tranquilamente a lo que parece la exposición de un muerto de hambre con aires de grandeza o una pinacoteca surrealista de la demagogia, el desajuste y la caradura, con villancicos, anís y la ausencia de un listado de deudas cebolleras. Anda, que si me llego a caer...

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