No sé yo, ¿eh? No sé yo. Antes, tu madre te pegaba un palizón que te desencuadernaba y a nadie (mucho menos a ti) se le ocurría demandarla por malos tratos, no ya sólo porque en comisaría te iban a hacer el mismo caso que a la Socorrito (que todos los días iba a denunciar que la había violado el Espíritu Santo), también porque te ganabas otra somanta de hostias y esta vez acompañada de mucho chufleteo, por acusica y por chalao perdío. Ahora condenan a cuarenta y cinco días de cárcel a una mujer por darle un tortazo a su nene de diez años, quien le había tirado una zapatilla cuando fue recriminado por no hacer los deberes. Repito: no sé yo, ¿eh? No sé yo. Ni don Juan ni Juanillo, ni tanto ni tan calvo, ni chupito ni litro y medio. Ocurre como en las escuelas, que hemos pasado de la sangre de la letra a no poderle ni soplar a un alumno, no sea que se traumatice, aunque ese alumno se haya cagado antes en tu puta madre —la que te pegaba los palizones— y sugerido alguna suerte de sexo oral como respuesta a una ecuación. No hay términos medios, que suelen ser los justos. Los cachorritos de ahora están sobreprotegidos y lo peor es que lo saben, y se aprovechan. Y a nadie se le escapa que hay cachorritos con muy mala leche. Disfrutándola.
La educación de los hijos es muy complicada pero nos hemos pasado tres pueblos con tanta permsividad.
ResponderEliminarEl pendulazo se vuelve en contra y si la sociedad lo consiente se retrocede y se malcría.Eso pienso.