Para el Partido Popular de España, en el centro no cabe Gallardón. Y se lo carga. Gallardón es un rojo, Gallardón le cae bien a los progres y a los Bardem, Federico Jiménez Losantos no traga a Gallardón, Gallardón ha casado maricuelas y maricuelos, qué díscolo es Gallardón (y con ese apellido, para más inri, que es el aumentativo de un pecado terrible y tenaz), Gallardón no se revuelve contra la amenaza a la familia ni le da tres besos al anillo de Rouco Varela, sólo le da uno. Ahí está el PP que quiere volver a gobernarnos, ahí lo tenemos, está en echar a Gallardón, un personaje con el que uno comprende que, pese a todo, la derecha en España podría ser hasta recomendable, más que nada por no oler a rancio. Cuánta gente habrá brindado y gritado “¡tomaaaa!” por la orfandad de Gallardón. A pelarla. Esperanza, Mariano y los Acebes se han puesto en el bordillo de la acera política como esas señoras que se hacen fuertes en las cabalgatas y en las procesiones para que por allí no pase ni dios. A Gallardón lo votan la mayoría de los madrileños y el PP ha sido capaz de eliminarlo, ha sido capaz de sacrificar votos por ejercitar sus fauces, el aparato de venganza, su vil garrote democrático.
Ay, este Jesús, como las gasta, que bien retrata. Aunque a mi me gustó más el del obispo de abajo subido al árbol. A ver si te presentas unos libros nuevos y nos tomamos unas birras que ya toca.
ResponderEliminarPues mira, a lo mejor pronto hay libro nuevo, nene Pérez.
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